jueves, 28 de julio de 2011

EL MOJO PICÓN


Cuando uno está convencido de cual es su sitio tiene que luchar por conseguir estar en él y en el mundo del deporte los trenes suelen pasar pocas veces y hay que subirse en marcha. Eso es lo que hizo Sergio Rodríguez cuando dejó el Club Baloncesto Estudiantes para perseguir el sueño de jugar en la NBA.

Cinco años después, quizás ese sueño no ha sido exactamente como él había imaginado, quizás esperaba haber sido más determinante de lo que le han dejado ser, pero también hay que valorar muy positivamente su periplo por la mejor liga del mundo, ya que no hay demasiada gente que pueda decir que ha jugado durante cuatro años en la NBA.

Personalmente estoy convencido de que el juego de Sergio se adapta más a la liga estadounidense que al juego europeo, aunque al cruzar tan pronto el charco no pudimos comprobar su capacidad de poder ser dominante en el viejo continente.

El jugador de Tenerife, depués de pasar por el centro de formación Siglo XXI, aterrizó en Madrid enrolándose en el Estudiantes, y ya como jugador del equipo madrileño maravilló en el Europeo junior de 2004 en Zaragoza, ganando la medalla de oro y siendo el MVP de la competición. En esos momentos era uno de los jóvenes con mayor proyección en Europa confirmándolo la temporada siguiente en la ACB donde recibió el premio de Jugador revelación de la temporada 2004/2005. Era fácil para el jugador, después de semejante carta de presentación en el baloncesto profesional, pensar que tenía condiciones para dar el salto a Estados Unidos. La elección en el número 27 del draft por los Phoenix Suns en 2006 fortaleció sus deseos de emprender el sueño. El hecho de que sus derechos hubieran sido traspasados a los Portland Trail-Blazers no cambiaba el escenario.

Mucho se ha hablado sobre la conveniencia de haber salido de Europa siendo tan joven, sobre si debía haber estado más años jugando en la ACB y un sinfín de comentarios y tesis muy fáciles de argumentar a toro pasado. Lo cierto es, que viendo jugar a aquel chaval como los ángeles y con el talento que tenía y demostraba, era difícil pensar que no sería capaz de hacerse un hueco tarde o temprano. Pero no contábamos con Nate McMillan.

El Chacho nunca se sintió cómodo con un entrenador como McMillan, un obseso del orden y exigente con el nivel defensivo de sus bases, justo los puntos donde no destacaba el juego del español, quién se sentía más cómodo en un esquema rápido y algo más anárquico que lo que le esperaba en la franquicia de Oregon. Sergio era rápido, alegre, capaz de revolucionar un partido en pocos minutos (como demostró varias veces), buen anotador en penetración..., todas ellas condiciones que el entrenador de los Blazers no veía necesarias para el base de su equipo. Por eso, se hace más difícil de entender el porqué mantuvo a Sergio en la plantilla y no le buscó una salida. Quizás McMillan tenía miedo a que ese españolito campeón del mundo con su selección se saliera en otro equipo y manchara su prestigio como visionario. Nunca lo sabremos.

Cuando después de tres años, le dejaron salir mediante un traspaso a Sacramento, “Spanish Chocolate” había perdido la chispa y la soltura que tenía cuando llegó a la NBA. Maniatado por los sistemas de McMillan, acostumbrado a castrar su imaginación para cumplir con el guión establecido con tal de jugar algunos minutos, llegó a Sacramento dispuesto a oxigenarse, con un entrenador que parecía que confiaba en él. Pero en equipos en reconstrucción como estaban en ese momento en los Kings, las decisiones y los rumbos deportivos cambian de un día para otro y consecuencia de ello, el canario fue traspasado a los Knicks de New York esa misma temporada 2009/2010.

A priori, Mike D'Antoni parecía el entrenador ideal para Sergio en ese período final de su contrato rookie. New York parecía un equipo propicio para jugar minutos y poder desarrollar su juego sin presión, pero las probaturas a jóvenes promesas y la tardanza a la hora de renovar a jugadores (entre ellos a Sergio) una vez finalizada la temporada, debido a la espera de “The Decision” por parte de LeBron James y el resto de grandes agentes libres de aquel verano, hicieron que Sergio aceptara la oferta del Real Madrid, cansado de los cantos de sirena del baloncesto americano.

De los tres años que el jugador canario firmó con el Real Madrid acaba de finalizar el primero sin demasiado protagonismo, si bien es cierto que ha sido un año cuanto menos algo atípico en la Casa Blanca, con la dimisión de Ettore Messina y algunos altibajos deportivos.

Creo firmemente que Sergio Rodríguez tiene todavía mucho baloncesto que ofrecer. Parece que es un jugador que ya está de vuelta de todo por haber regresado de la NBA y olvidamos que acaba de cumplir tan sólo 25 años. Tiene talento, juventud y espero que ganas y motivación para demostrar que puede ser el director de juego de uno de los grandes clubes de Europa. Pero necesita que le den confianza, que no le encorseten otra vez, que crean en él y en su juego. Este Real Madrid, con jugadores como Llull, Suárez, Mirotic, Velickovic, Tomic, etc, tiene jugadores jóvenes preparados para poder seguir el ritmo del canario y parece que Pablo Laso, el nuevo entrenador blanco, confía en él y está dispuesto a darle las riendas del equipo. Así sea.

El gran Andrés Montes le apodaba cariñosamente “Mojo Picón”, como se le llama a la rica salsa canaria como decía la canción del mismo nombre.

Así pues, parafraseando una estrofa de la canción de Caco Senante, y permitiéndome la licencia de cambiar el verbo “bailar” por “jugar”, que es lo que aquí nos ocupa, espero que los aficionados del Madrid y también porqué no de nuevo, los de la Selección Española, disfruten pronto del resurgir de Sergio Rodríguez y acaben cantándole:


“Si a la hora de jugar, el alma pide sabor
y los pies se le disparan movidos por un motor,
no es que se haya vuelto loco, ni es problema de tensión,
es que la salsa que suena, es la del Mojo Picón.”






miércoles, 13 de julio de 2011

EL CEMENTERIO DE LOS ELEFANTES


El verano es tiempo de fichajes en todas las competiciones y por lo tanto también en el baloncesto y en nuestra liga ACB. En esta vorágine de movimientos, algunos se equivocan y otros aciertan, y este último parece ser el caso del Bizkaia Bilbao Basket.

Después de una temporada ilusionante donde llegaron contra todo pronóstico a la final de la ACB, se abre ante ellos un nuevo escenario para el que se están reforzando de manera muy inteligente. Para competir en la Euroliga no es suficiente con tener un buen equipo, sino que necesitas jugadores con experiencia.

Tras la estela de Alex Mumbrú, han decidido fichar a dos jugadores experimentados y con mucho camino recorrido como son Raúl López y Roger Grimau. Acostumbrados a jugar al primer nivel y en equipos de referencia, pueden y deben aportar al equipo un grado de experiencia del que van a salir muy beneficiados el resto de compañeros.

Deportivamente hablando, Raúl López se puede complementar perfectamente con Aaron Jackson, además de aportar una visión de juego y un tiro exterior que mejorarán las prestaciones del perímetro. Roger, es el prototipo de jugador que todo entrenador quiere tener en su equipo (seguro que Katsikaris piensa igual). No es fácil encontrar un jugador con un manejo de balón, una defensa y un grado de compromiso e intensidad como el que tiene Grimau. Además estoy convencido de que tiene mucha más capacidad anotadora de la que ha podido demostrar estos años en el Barça.

Así, con la continuidad de Alex Mumbrú y la incorporación de Raúl López y Roger Grimau, el Bilbao Arena se puede convertir en un cementerio de elefantes, pero no precisamente por albergar en su cancha a jugadores que se han retirado allí al final de sus días como hacen los grandes paquidermos.

En 1.946 se inauguró en Argentina el “Estadio Brigadier General Estanislao López”, cancha del Club Atlético Colón de Santa Fe (una de las sedes de la actual Copa América de Futbol). A este estadio se le conoce con el sobrenombre de “El Cementerio de los Elefantes” porqué durante sus primeras décadas de vida los 5 grandes del fútbol argentino tuvieron serios problemas para poder ganar allí, cayendo derrotado incluso el todopoderoso Santos de un tal Pelé en 1.964.

Con la incorporación de Raúl López y Roger Grimau y el buen hacer en la banda de Fotis Katsikaris, quizás en Miribilla puedan emular al equipo argentino y conseguir que los grandes equipos europeos que pasen por allí la próxima temporada salgan escaldados por la actuación de esos “viejos elefantes”, que no olvidemos, una de sus grandes virtudes es la memoria, y a estos jugadores no se les ha olvidado ganar.